Dondequiera que estés,
soñadora,
donde quiera que pasees
contradiciendo maldiciones
contra los pueblos y sus débiles...
Dondequiera que llores,
diminuto milagro de sonrisa gigante,
donde quiera que tus lágrimas laven heridas
que no comprendo,
que no me cierran,
que no disparan
contra la duda.
Dondequiera que actúes,
mariposa nocturna,
en pos del Arte de tu corazón inflamado,
de tu anuncio de parca despistada,
de conversaciones imposibles
entre dedos acusadores
y la orden de una mano ajena pero tibia.
Dondequiera que quieras,
yo estaré para admirarte,
porque hoy
nada sé hacer mejor
que verte a los ojos
y reconocer la flama rojiza
destinada a otros bosques.
Coge tu llama
y prende tormentas
y quema
y abrasa...
Ilumina al mundo
con tu pirotecnia de escándalo,
con tu reproche de madre de todas,
de sobredosis justiciera,
de galaxia moral.